
Porcaro comenzó a enfermarse de sí misma, a intoxicarse a fuerza de contradicción, a deprimirse . Entonces renunció a su empleo, cambió su loft de clase alta en Manhattan por un pisito con muebles con elementos encontrados en la banqueta y dejó el estilo obsolescente (la idea de que las toallas terracota deben tirarse cuando ha pasado el otoño) por el reciclaje. Percibo en mi forma de escribir un anacronismo, un estar fuera de tiempo y de lugar, un retardo. Construyo ese destiempo como rechazo de la inmediatez, como traición a la época. Es extraño de qué manera se esmera todo el mundo editorial en estos días, cómo trabaja hasta el embrutecimiento, para acrecentar sus ventas y conseguir leyentes, esos pobres seres que están tan ocupados como los propios gerentes de las multinacionales de la edición, tan ocupados y sin tiempo para leer.
Tiene que ver con los estados de ánimo y las cosmogonías particulares, con el tipo de mundo que cada lector desea ir creando para sí mismo. De ahí que no hay forma de perpetuarla mucho más que asumiendo su carácter impráctico e indócil. En contra de la santurronería de la lectura que el día de hoy impera en los medios, el lector insumiso ha hecho su decisión, protege una posición, libera una región del espíritu. Sabe que se encuentra ante las puertas de un incendio. La aspiración última del freegan, el consumo cero, semeja una manera de activismo de la renuncia.
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Propiedades De La Música A Nivel Psicológico Y Neurológico[editar]
Sus comunidades florecen exactamente en las ciudades del gran consenso, donde aún hace unos meses se celebraba la boda interminable de la democracia y el liberalismo económico, como si se tratara de una relación sin fisuras. Desde hace diez años, los freegans van, a medianoche y en grupos, a recorrer las sendas del desperdicio, como lo hacían los miembros de la Drop City, aquella ciudadela hippie de construcciones geodésicas armadas con techos de automóviles viejos. Se detienen a las afueras de los restaurantes y los supermercados, donde es posible encontrar alimentos seguros y en perfectas condiciones para elaborar sus comidas o para compartirlas en fiestas públicas. Pues los freegans no solo aspiran a subvertir la economía de la devastación a través del propio ejemplo, sino que abogan por la generosidad, la cooperación, el desprendimiento y, sobre todo, el sentido de comunidad que prevalecía entre las espigadoras del Medievo. En una época donde la regla es la contraria, donde lo que priva es la indiferencia, el aislamiento y el miedo, el espíritu freegan nos deja perplejos.
Relojes en donde escurrían gotas de agua o se deslizaba la arena. Artefactos aproximados e inexactos, precedentes al reloj mecánico, ajenos a la eficacia. Los revolucionarios franceses disparaban contra otro género de relojes, exactamente los mismos que encabezaron la vida regimentada de los monasterios desde el siglo XI y más tarde las torres de los municipios de toda Europa. Esos relojes de precisión se propagaron a lo largo del Ranacimiento en las cortes reales, donde se invertían fortunas para perfeccionarlos. Aparatos cada vez más complejos, donde habitarían finalmente el minutero y el segundero, dictando cada movimiento de los hombres, símbolos de poderío y control popular, los tiranos de la vida diaria.
Orden 1 Prelectura 2 Lectura Comprensiva 3 Notas Ajeno 4 Subrayado 5 Esquema 6 Resumen 7 Memorización
En el momento en que se quiere que a una nota o silencio se le agregue la mitad de su duración, se le pone un punto a la derecha . En el momento en que se quiere que la nota dure, además de su valor, otro preciso valor, se escriben dos notas y se las une a través de una línea arqueada llamada ligadura de prolongación. Fragmento de uno de los himnos dedicado al dios de la música Apolo, en Delfos, Grecia.
¿Qué rincón llenan los pequeños y el juego en nuestra sociedad ultra ocupada? Y entonces la familia, que podría ser un espacio para la cooperación, la ternura, el placer y la responsabilidad compartida, se convierte más bien en un recurso interminable de miseria, furia, crueldad y amargura. Una mazmorra a la que es mejor no regresar sino hasta bien entrada la noche, tras el trabajo. Es cierto que en su desprecio al trabajo, el ocioso mina uno de los cimientos de la, de este modo llamada, civilización. Pero también recuerda que sin momento de libertad nunca se habría creado la civilización, absolutamente nadie habría escrito libros ni cultivado las ciencias, tampoco se habría ahondado el pensamiento. La sepa de ocio nos devuelve a la barbarie, que es aproximadamente el estado en el que estamos ahora, luchando encarnizadamente por el confort.
Pautas Para La Presentación De Trabajos: Libro Digital De Las Ii Jornadas De Investigación En Ciencia Política
El ocioso hace habitable una localidad, la devuelve a su dimensión humana, por el hecho de que su espíritu es anterior a la ciudad misma. En él pervive un alma nómada habituada al aire libre y la vida salvaje, extraña al yugo de las estructuras sedentarias. El de el es un mundo pleno que no se dejó embaucar por la vieja crónica del Pecado Original, esa fuente de justificaciones aproximadamente grotescas que ha mantenido a unos amasando el pan con el sudor de su frente mientras otros se echan a pierna suelta a gozar. Vagabundos con apariencia de estar en otra parte, sentados durante horas en los cafés baratos donde amontonan conversaciones de poltrones filosóficos. Han achicado su vida a un mínimo de pretensiones y no tienen que pagar un centavo para reírse de nuestro espectáculo cotidiano, la máquina tragamonedas que nos comunica quiénes somos, qué cosas tenemos que conseguir, cuánto tenemos que gastar. Gracias al ocioso, la localidad puede contemplarse a sí, coleccionar sus atrocidades.
Lo que se estaba imponiendo era un modelo de unificación cultural, que empezaba en los medios y se propagaba por todas partes hasta poner en riesgo la variedad de las librerías. Era tal y como si el refugio hubiera sido descubierto y por el momento no quedara ninguna región libre del escándalo o la simulación. Una aceptación tácita del antiintelectualismo dominante, cómplice de todas y cada una de las censuras, se extendía en forma de inmovilidad y oportunismo.